CORBACHO EN LA PISCINA

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Por Chapu Apaolaza

 

Entrada la noche, las chicharras arrancaron a cantar y sobre el quicio de la ventana de la pensión anoté la portagayola de mis recuerdos: «El país de las maravillas de Alicia queda entre Sevilla y Mérida, en la sierra de Aracena. Entre la espesura verde de encinas y jaras, el Castillo de las Guardas, y más allá, una pedanía: La Alcornocosa. Pasado el pueblo, tres perros en la cuneta y una casa en obras en la que hay casi de todo: ovejas escapistas, hermosas gallinas, gansos con mala leche, un burro grande, otro chico, dos potrancas alazanas, un erizo blanco que duerme debajo de una teja, un loro que habla por teléfono y un enano torero que te adivina la muerte».

La medida de toda aquella geometría onírica la daba un hombre vestido con una chilaba, la barba blanca, larga y socrática, el pelo alborotado como una prolongación de las ideas, la piel de un ballenero y los ojos profundos, prendidos de un dolor directo, franco y constante como un tiro en una rodilla. Se llamabaAntonio Corbacho y era forjador de toreros. Leía a Confucio y se descojonaba cuando se escapaban las ovejas y cuando se le engorilaba el enano, que tenía una mala leche de ciego y que decía a la gente cuándo se iba a morir. El enano tenía allí una casita del Leroy Merlín, de esas que le compraría un rico a su hijo por la primera comunión y Corbacho no sabía lo que guardaba allí. «Si entro, el enano me mata». Corbacho lo había rescatado un día en que había llegado al pueblo en un espectáculo de toreo cómico que se llamaba ‘Fantasía Taurina’. Venía en un coche que andaba solo, vestido de militar loco. Corbacho, que pasaba sobre las vidas de las personas como la cuchilla de un barbero, cuando se le quejó le dijo que ya era hora de que fuera matando al enano que llevaba dentro. Al Niño del Sol Naciente, al que un toro le dejó en silla de ruedas y que estaba sumido en una depresión, le soltó que o dejara de lamentarse o se pegara un tiro. Y lo arregló. Se quedó allí a torear, que es una forma de vivir, aunque sea en silla de ruedas.

 
 

Corbacho se juntaba con los toreros a decir cosas. Se entrenaban en atletismo, en ballet y en yoga y leían el bushido. En ese gimnasio espiritual de matadores se formaron José Tomás o Alejandro Talavante. Le gustaba que sus toreros fueran samuráis. Hablamos una tarde entera y mientras el enano regaba las azucenas, comentaba el vacío del ruedo como el cero absoluto y a la vez el infinito retratado sobre el bucle de la circunferencia del redondel; la eternidad dibujada alrededor de una boca de riego, el eterno retorno de un rito que siempre es igual y distinto, los hombres que son ellos en un instante y después salen volando en pedazos. Las golondrinas chirriaban al cortar el aire dulce y morado de la tarde y bebían en pleno vuelo del agua de la piscina sobre la que flotábamos él y yo.

 

Corbacho sabía quién podía ser cada uno, que es el gran secreto. Por eso tenía la sartén agarrada por el mando del destino. En los momentos en los que uno se asoma a determinados abismos, recuerda a Corbacho flotando en esa piscina y aquella gran lección: la manera más rápida de no ser nadie es convertirse en todas las personas que los demás pretenden que sea uno.

Publicado en lavozdigital.es

 

GRACIAS A PIMENTEL EL AFICIONADO DISFRUTA DE LO MEJOR DE DOMECQ

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Víctor José López
EL VITO

Juan Pedro Domecq Solís ha sido tal vez el último de los alquimistas en el tema de la ganadería de lidia. Considerado por muchos el Paracelso de los tiempos modernos,  el San Cipriano o  el Mago Merlín del toro bravo, porque decidió, luego de estudiar en profundidad, con metodología  escolástica,  seriedad y detenimiento,  libros, experiencias  y experimentos que condujeron abordar en  la Universidad Complutense de Madrid,  en compañía del doctor Javier Cañón, emprender el camino para entender y comprender la heredabilidad en los vacunos. Para hacerlo, con todo el material en sus manos, se encerró en una isla  desierta y, sobre todo el cúmulo de conocimientos adquiridos y depositados sobre la base de su propia vida ganadera, la que formó  las largas conversaciones con su padre, Juan Pedro Domecq Diez, escribió el tratado del Toro de Lidia que se ha convertido en lectura fundamental para quien tenga vocación de conocer al toro de lidia.

Del toreo a la bravura,  es el título de ésta magnífica obra a la que nos referimos, joya de la literatura taurina, valioso aporte de Juan Pedro a la Fiesta más hermosa.

Aquí la razón de esta introducción bibliográfica del desaparecido autor, el ganadero Juan Pedro Domecq Solís, pues ella nos lleva hacia otro genial alquimista de la ganadería de lidia, una especie de Hernán Cortéz con Mendel que se atrevió conquistar selvas, llanuras y páramos en la Cordillera de los Andes para sembrar en América el Toro de Lidia.

Nos referimos al matador de toros, ganadero de reses bravas y ciudadano del mundo Jerónimo Pimentel Gómez, Gloria de Cenicientos quien convirtió a miles de aficionados a los toros en beneficiarios de sus experiencias, tropiezos, errores y aciertos en su vida plagada de aventuras, éxitos y sin sabores.

Juan Pedro Domecq, autor de la referida biblia del toro bravo, calificó en vida a Jerónimo Pimentel como “sembrador” en el surco americano –Colombia, Ecuador y Venezuela- del toro artista, la denominación del producto ganadero que Juan Pedro logró como respuesta a toda una vida de experiencias, experimentos y vivencia. Siendo de esto los toros jaboneros el gran legado, herencia otorgada a la exigente afición por Domecq y que desde El Paraiso, la gran ganadería fundada por Pimentel, exporta semen, vacas y sementales a otros ganaderos.

Como un fino vino el toro
es  producto de la crianza  

Hay en la cabaña brava muchos y diversos encastes, pero, se preguntará usted, amable lector ¿porqué la preferencia del toro de Vistahermosa?

Los orígenes, y los senderos en la ramificación de la genealogía del encaste Juan pedro nos dice el porqué: Fundada con ganado de Vicente José Vázquez, reses del marqués de Casa Ulloa, Cabrera y Vistahermosa cuando en 1830 fue adquirida por el Rey don Fernando VII.

A la muerte del Monarca la Reina Gobernadora la vendió a los duques de Osuna y Veragua, quedando en 1849 como único dueño el duque de Veragua y a la muerte de éste en 1866 su hijo Cristóbal Colón de la Cerda y en 1910  a su hijo Cristóbal Colón y Aguilera heredó  el título de Duque de Veragua y la ganadería.

La ganadería de Veragua fue enajenada en 1927 a Manuel Martín Alonso quien en 1930 se la vendió a Juan Pedro .

Jerónimo: Una vida de generosa dedicación

Desde 1937 se anuncia «Hijos de Juan Pedro Domecq», aumentándola con reses de un muy importante criador de reses bravas,  Mora Figueroa y  ganado del conde de la Corte.  Juan Pedro Domecq y Díez  a su muerte, en 1975, pasó a su esposa e hijos; en 1978 pasó el hierro original de Veragua y una décima parte de las reses a su hijo Juan Pedro Domecq Solís, el autor y ganadero del que hemos hecho referencia en esta nota,  que le agrega vacas de su tío Salvador Domecq (Toros de El Torero) que tienen el mismo origen.

En su afán de sembrar el toro de lidia, Juan Pedro Domecq Solís vendió varios lotes de toros y de vacas al matador de toros José Miguel Arroyo  Joselito y a su apoderado Martín Arranz, quienes participaban de un ambicioso programa con intenciones de crear escuela de torreros y fundar ganaderías en México.  Uno de los lotes fue adquirido por Jerónimo Pimentel, para fundar la ganadería de El Paraiso, la que por cierto debutó en Venezuela en una corrida realizada en El Poliedro de Caracas, festejo en el que se indultó un toro jabonero que luego padrearía con mucho éxito en la ganadería de Los Ramírez en Mérida.

En el lote de Jerónimo, un lote de vacas jaboneras, se encontraba el 120, toro jabonero de nombre Gracioso,  que la heredabilidad convertiría en un toro legendario por la calidad de sus descendientes. Este toro fue adquirido muy temprano por Jerónimo Pimentel, y de la ganadería del Maestro de Cenicientos y de la propagación de su sangre han surgido muchos “toros artistas” como los calificaría el propio Juan Domecq

Fiel al consejo de Juan Pedro, consejo producto de más de un siglo de tradición ganadera, estudios universitarios y experiencia de vida, Jerónimo Pimentel  con  tal vez exceso de generosidad y humildad ha servido  esta sangre en otras ganaderías como la mencionada de Los Ramírez,  Santa Fe, Rancho Grande, El Prado, en Venezuela, unas cuantas más en Colombia como ha sido la de Barbero y otras en el Perú y Ecuador. Consejo que diera Domecq “para evitar” como ha ocurrido “la desaparición de grandes ganaderías” al abusar de la consanguinidad. Las herramientas que le entrega Juan Domecq a los ganaderos de lidia americanos, vía Jerónimo Pimentel  es el recurso que América le dio a España, y que no es otro que el de la inseminación artificial y el trasplante de embriones.

Agradecidos los taurinos a don Jerónimo, el Marlín de Cenicientos.

MÉXICO RINDE HOMENAJE D. JUAN LAMAR

JUAN LAMARCA HOMENAJEADO EN MÉXICO, UN GRAN TAURINO Y TODO UN SEÑOR QUE COSECHA LO QUE SIEMBRA

Por: Víctor José López «EL VITO»,  jueves, 9 de febrero de 2017

A LOS TOROS

El distinguido aficionado, defensor de la Fiesta, crítico taurino y director del sitio Web Del Toro al Infinito, ha recibido importantes reconocimientos en México.

D. HUMBERTO RUIZ, DE BIBLIÓFILOS DE MÉXICO,
EL MATADOR «BRILLANTE», Y D. JUAN LAMARCA LÓPEZ
ACOMPAÑADOS POR REPRESENTANTES DE DEL CÍRCULO DE AMIGOS
DE LA DINASTÍA BIENVENIDA COMO D. JORGE ESPINOSA DE LOS MONTEROS. Foto: A los toros

Dos de las más importantes agrupaciones taurinas de la Ciudad de México recibieron la noche del miércoles 6 la visita de don Juan Lamarca López. Nos referimos a Bibliófilos Taurinos de México y el Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida.

Don Humberto Ruiz Prado, Presidente de Bibliófilos y Jorge Espinosa de los Monteros en representación de Círculo Bienvenida, acompañados por el matador de toros Alfredo Gómez “Brillante”entregaron reconocimientos a tan distinguida personalidad.

Lamarca ha cumplido, mucho más allá de la obligación, con su labor de sembrar la Fiesta de los Toros.  Es don Juan un verdadero Embajador de Buena Voluntad de las naciones americanas en España, y de España y Europa toda en América.

Aprovechó Lamarca la oportunidad para relatar sus vivencias taurinas, abordó recuerdos, anécdotas y experiencia con el don de su palabra en relatos gratos, salpicados de buen humor, convertidos en lecciones de tauromaquia y de buena ciudadanía.

Nos informó Afredo Gómez, “Brillante”, que Juan Lamarca vendrá a Venezuela, viene a la Feria del Sol de Mérida, donde le esperan apreciados amigos, taurinos y compañeros del Círculo Bienvenida en Venezuela.

Publicadas por Jorge Arturo Díaz Reyes a la/s 03:28

EN LOS AMIGOS DEL TORO

Festival de Los Amigos del Toro en la Maestranza de Maracay: Pedro Campuzano. El Vito, el ganadero Irineo Oquendo, el recordado Jesús Nieves, el matador Jesús Salermi y el matador de novillos Antonio Arteaga,  en tarde exitosa en la arena del Calicanto. El cartel de aficionados y profesionales en tarde triunfal celebra con vuelta al ruedo.

EL VITO

Ante la sequía taurina que vivimos El Fígaro Orlando Rojas convocó a Los Amigos del Toro a una reunión. Convocatoria que entre sus propósitos estuvo el estrenar sede, sita en el Centro Libertador, esquinas Negrín y Libertador.  Ahí está El Viejo Carruaje, restaurante que regenta don Manuel Laporta. Quien para la ocasión ordenó un rico arroz paella elaborado por la simpática  Dolores.

La reunión que ha sido la primera luego de una larga sequía, tuvo la intención de analizar los motivos y las causas de la actual situación taurina en Venezuela. En principio reunir, por medio de Los Amigos del Toro, a miembros y aficionados en la búsqueda de caminos para rescatar la fiesta, ya sea como espectáculo pero sobre todo defender su presencia y existencia cultural en la sociedad venezolana.

El ágape reunió a los aficionados Rafael Carabaño de Maracay, Enrique D´alta de Caracas, Miguel Guía en su condición de Presidente del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida y representante de la Peña Taurina Aficionados de Caracas.

Se acordó celebrar otras reuniones, próximamente, ya con razones y propuestas en la agenda, para ser expuestas y discutidas por destacados miembros de Los Amigos del Toro que en esta oportunidad no pudieron asistir. Son diversos y amplios los tópicos a escrutar como lo son también las preguntas a ser respondidas. Todo con la única misión de reencontrarnos con un piso digno y solvente de lo que ha sido, de lo que es y podría ser la fiesta de los toros en Venezuela.

La grata reunión se cubrió con un manto de dolor y de tristeza ,al enterarnos de la muerte de un gran aficionado: Jesús Nieves. 

Jesús fue miembro de la peña de Los Amigos del Toro desde sus inicios, aficionado práctico de gran actividad y difusor de la más hermosa de la fiestas con vocación y entendimiento como pocos han tenido. Mejor amigo y competente economista, su partida es una pérdida irreparable para la causa de la tauromaquia nacional … Sin embargo, su mayor contribución para la fiesta de los toros, a nivel de rango universal fue su participación en el rescate de Antonio Chenel “Antoñete”.  Comentaba el Maestro  que:

– No hay duda que ese día todo cambió para mi, pues de no haberme tropezado con Jesús Nieves quien sabe dónde estaría.

Antoñete sería un punto de referencia anecdótico para algunos aficionados.

-Todos habían olvidado al “toro blanco”, nada era igual.

Con sus dejos de frágil apariencia, el torero madrileño rompe el cintillo que ahorca el celofán de  la cajetilla de cigarrillos.  Con el ritual que podría tener un sacerdote en la Eucaristía, Antonio Chenel le quita el papel de plata a la cajetilla de Winston que guarda el aroma del tabaco  en los rubios pitillos americanos.

-Muchas cosas me han pasado en la vida, pero esa, la de haberme encontrado con Jesús Nieves, ha sido de las más importantes.

Jesús Nieves fue un destacado aficionado práctico caraqueño, al que el Colegio de Economistas de Venezuela encargó la organización de un festival taurino en el Nuevo Circo de Caracas a mediados de la temporada de 1977. Nieves, en representación del Colegio de Economistas contrató un grupo de toreros que estaban a la mano en Caracas: Manolo Escudero, de visita en casa de Federico Núñez y los emblemas criollos del toreo: Luis Sánchez Olivares “El Diamante Negro” y Alí Gómez “El León de Camoruco”.

Se puso en Fermín Rivera y en el mexicano Pepe Luis Vázquez, con sólo discar el teléfono les contactó, pero se empeñó en que  “‘Antoñete” debía estar en el cartel, pero desconocía su paradero. Nieves viajó a Madrid, y por medio de Manolo Cano se  puso en contacto con el desaparecido torero del mechón, a quien contrató para torear el festival de los economistas.

¿Porqué se empeñó Nieves en contratar a Antonio Chenel “Antoñete” para un festival taurino en Caracas? La respuesta es una razón sencilla que la entiende al vuelo cualquier aficionado. La culpa fue de César Girón, muerto en un accidente de carretera seis años antes.  Girón, que entrenaba a diario con Nieves en el Nuevo Circo, no se cansaba de repetir que, para él, el mejor torero que había visto era “Antoñete”. Y Nieves se preguntaba cuan bueno debía de ser aquel torero que César Girón no paraba de elogiar.

– No hay duda que ese día todo cambió para mi, pues de no haberme tropezado con Jesús Nieves quien sabe dónde estaría.  Antoñete era un punto de referencia anecdótico para algunos aficionados. Más tarde, ya retirado vino Chenel a Venezuela, y en los jardines del Hotel Tamanaco nos refirió en una entrevista para 6Toros6 aquella experiencia.  Los festivales de Caracas fueron en junio del 77 y a los seis meses reapareció como matador de toros en Margarita

– La reaparición en Margarita fue el 18 de diciembre de 1977, y en decidirme a dar ese paso tuvo mucho que ver mi gran amigo Curro Girón. Él me entusiasmó, yo estaba deprimido y creí que todo había acabado. Cuando amanecí el 19 de diciembre del 77, sabía que podía volver a ser figura del toreo.

Vinieron varias corridas en Venezuela. Una en Guanare con unos impresionantes toro de Rocha con Curro Girón y Juan Diego y la reaparición en Caracas junto a Manzanares y Pepe Cámara. Con una gran corrida del tlaxcalteca Manuel de Haro que le llevó al célebre festival en Lorca donde Emilio  Mera lo puso en contacto con Sayalero y Bandrés, quienes en  Benalmádena, al año siguiente, le propusieron una exclusiva de 15 corridas de toros a un  cerro de millones.

Había funcionado el detonante que provocaría la explosión “Antoñete” en la Fiesta: Caracas, Madrid, toda España, México, Colombia y el Perú. Todo reconocerían la grandeza de Chenel, quien en Venezuela había reclamado su presencia en la Fiesta.

Hoy esa Venezuela se pierde entre la hojarasca de la corrupción política, que ha contagiado la fiesta de los toros con el negocio del lavado de dólares colocando en el escenario de la fiesta corruptos empresarios, ganaderos y toreros amparados por autoridades complacientes amparadoras de bandidos.

Una lección, unos recuerdos, una dolorosa partida de un entrañable amigo, irreparable pérdida la de Jesus Nieves que fue figura de aquella época que fue grande en los toros de Venezuela

DE MADRID AL CIELO… Por Fermín González.

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Según tengo entendido, siempre que arranca la temporada de Las Ventas, el aficionado más curtido de la plaza madrileña espera entre deseoso y desconfiado la cartelera: Siempre existe la suspicacia del por qué faltan o sobran toreros, algo que se sucede cada año en todas las ferias de la Iberia taurina, más aún ante el largo ciclo isidril que pronto va a comenzar.

Mucho se ha escrito, y más se escribirá, sobre el público de los toros y siempre se hizo y se hace el mismo descubrimiento de que el público de hoy es muy distinto al de otros tiempos… Y sobre tan ligera afirmación, hablando del público madrileño, se fundamenta un razonamiento por el que se le acusa de preferencias por unos diestros, mientras aparta a otros sin causas justificadas, o bien porque se han cansado de verlos feria tras feria, muchos de ellos repetidas figuras, que lo exigen todo, cobran una millonada y, sin embargo, torean poco como mandan los cánones, o muy parecido… Y como el público tiene un sentido reverencial de tanto “millón” y los toreros empiezan a ser avaros de su valor y decisión, los públicos empiezan a exigir por instinto de tasación, de que los méritos y justificación han de ser proporcionales a lo que cobran. Y, además, el aficionado venteño no les permite que su arrogancia cuestione la plaza. Sin embargo, lo que todos esperamos de Madrid es que vuelva a sus cauces lógicos y a poner el listón allí donde debe estar.                                                                                                     

En todas las entrevistas efectuadas a toreros en prensa, o en otro medio de comunicación, se alude a Madrid como punto culminante de su carrera taurina, y más aún cuando tratan de abrirse camino en el zozobrante y duro camino de la Tauromaquia. Parece ser que ir a Madrid es el sueño más deseado, que allí rompa un toro, produciéndose la eclosión necesaria y un talón en blanco para que el resto de las plazas abran sus puertas sin siquiera tocar la aldaba de las mismas (puede ocurrir, tal como ocurrió no pocas veces) y catapultar a un torero válido, de buenas hechuras y sabiduría relevante con pocas corridas de toros transformado en figura “señera”. Pero también ocurre que Madrid exige la reválida de lo aprendido en su carrera y el talón (también ocurrió muchas veces) puede ser el de Aquiles.

Si nos remontamos en el tiempo, incluso en el actual escalafón, veremos sinsabores y grandezas en la catedral del toreo, desde arrancarse con rabia de un tirón la coleta, hasta salir a hombros en olor de multitud y rendir Madrid a su arte; de estos gestos se han vivido muchos en la plaza venteña. Pero continuando con la reflexión a la que quiero llegar es que dicha plaza también alberga muchas dudas razonables para los toreros y sus tutores, dudas que comienzan sopesando la ganadería a lidiar y si ésta ofrece ciertas garantías de éxito, el público o el abono asistente, la responsabilidad de estar a la altura, no estar bien preparado, el tiempo etcétera. Y saber, ante todo, que te pueden olvidar para siempre, cosas simples si quieren, pero que pasan por más de una frente antes de hacer el paseíllo, sin embargo, el torero necesita a Madrid. Y si quiere más, debe desplegar cuanto sabe y triunfar, y luego seguir. O le pesará.

Fuente: http://salamancartvaldia.es/not/114492/de-madrid-al-cielo/

LA HERMOSA LIMA, TAN TAURINA Y TAN PERUANA

Relato del libro MEMORIA DE ARENA

Por EL VITO

Aquel año de 1970  fui por primera vez a la feria del señor de los Milagros en Lima y tuve el privilegio de ser testigo de un gran triunfo de Curro Girón, en la vieja plaza de Acho. Girón cortó tres orejas y salió a hombros de los limeños. Lo pasearon por las calles de la virreinal ciudad hasta altas horas de la noche, y cuando llegó al hotel con el vestido de torear destrozado estábamos francamente preocupados.

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Viajamos a Lima José Malpica y Luis Pietri, aprovechando la actuación de dos venezolanos en la temporada: Rafael Ponzo y Curro Girón.
Curro era un verdadero ídolo en Lima. Daba gusto ver cómo la gente se le entregó sin reservas, desde el instante que hizo el paseíllo. Luego se entregó él, también sin reservas. Me agradó el público limeño sobremanera. Se trata de una afición que además de ser enterada es participativa, y en esta característica radica lo más importante de Lima.
La plaza de Acho es una joya de la arquitectura limeña, mezcla de soluciones españolas y respuestas propias a cuestiones de espacio, en sentido estético y funcional de la construcción.
Si va usted desde el Hotel Bolívar, hospedaje muy antiguo situado frente a la Plaza de San Martín, se cruza el famoso Jirón de la Unión, calle peatonal atiborrada de comercios a la que se penetra tras cruzar unos arcos bajo hermosos balcones que miran hacia la estatua de un José de San Martín fatigado, sobre una cabalgadura hecha polvo tras el titánico esfuerzo de cruzar la Cordillera de los Andes. Al salir del Jirón se encuentra usted con varios edificios de importancia, a medida que va caminando. Un templo color rosa limeño, donde se venera a Santa Rosa de Lima y a San Martín de Porres.
Más adelante, sólido cual piedra, el Palacio de Gobierno con un gigantesco bronce en una de sus esquinas, desafiante, lanza en ristre, el fundador de la ciudad Francisco Pizarro González. Adelante y bajo curiosos árboles llenos de traviesas avecillas, el bronce original de Simón Bolívar, cuya réplica está en la plaza mayor de Caracas. Un Bolívar triunfador, agresivo, el caraqueño que con sus destempladas aventuras ofendió hasta la eternidad a los orgullosos limeños, y dejó su imagen altanera prendida en los corazones de arrebatadas peruanas. Bolívar vive en rebeldía bajo el cielo limeño, sobre el suelo peruano, porque frente a él se guardan los instrumentos de suplicio que en la colonia fueron de la Sagrada Inquisición.
Sigo hasta un enjambre de callejuelas en la que en cada esquina hay ventorrillos de fritangas, con hedores que emana el aceite de anchoveta, desagradable al olfato del que no esté acostumbrado y abominable para el que lo paladeé por primera vez, como fue mi caso al intentar desayunar con huevos fritos en este espantoso óleo.
En mi mente, como en la de todos, los versos de las canciones que Chabuca Grande dedica a la Ciudad de los Virreyes; y por ello decepcionante cuando se llega » al viejo puente y la Alameda».

Reminiscencias de un ayer no lejano, que ese puente pudo serhermoso, y de una Alameda que pudo haberse prestado para la más ardiente declaración de amor.

Acho es una plaza de ruedo grande, al contrario de las plazas de México, Colombia o Venezuela, donde el reducido diámetro del redondel les da ventajas a los toros y hace de mayor movilidad el espectáculo. Rematados con arcadas los tendidos tienen aire hermoso. Españolísimo es el interior. La parte baja, exterior de los tendidos, está circundada, como si la ahorcaran unos pasillos sostenidos por arquería peculiar y única. Los numerosos corrales son muy grandes. Sobre estos, un restaurante que se llena de aficionados y de comensales los días de corrida. La comida se ameniza con guitarras y cajones, que acompañan los cantores de los tristes versos de los valses peruanos, versos que hablan de desamores y de castas sociales, de hombres humildes que quieren a hijas de ricos, indios y cholos depreciados por blancos, el negro se cruza en el vals al aparecer su golpe africano, suave y tenue, en el acompañamiento del cajón; y los mesoneros sirven raciones de humeantes anticuchos y helados pisco sour.

La plaza de Lima reúne en sus barreras hermosísimas mujeres. Muchas de ellas encargaron un traje a Londres, Nueva York, París o Roma, para cada una de las tardes de la feria del Señor de los Milagros. Es la gran fiesta anual de Lima, la temporada de toros. Además de las bellas y elegantes mujeres de barrera se siente el revuelo en el sector popular con la presencia de las peñas. Peñas de negros, peñas de cholos, peñas de españoles y peñas de aficionados. Al quinto toro la banda, bella en su sonido, interpreta La Marinera, y en los vomitorios de los tendidos surge la pareja, ella y él unidos por pañuelo de fina batista que toma cada cual con preconcebida delicadeza por las puntas.

El Perú está presente, dentro de la plaza con los aires de La Marinera, en los tendidos en la variedad de las razas que forman al pueblo peruano, antes de las corridas con sus chalanes que con riendas de sedas con colores de la bandera peruana, pisan la arena de Acho con el conocido «paso peruano».

Bonita experiencia la limeña, que repetiría luego en el tiempo gracias a la hospitalidad de apreciados amigos y grandes aficionados peruanos.

¡LA BRAVURA POR DELANTE ¡

CARLOS CASTAÑEDA GÓMEZ DEL CAMPO

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A lo largo de estas líneas hemos leído crónicas que abarcan más de cien años y en ellas podemos distinguir claramente el cambio en la apreciación de la bravura en la medida que el toreo evoluciona. Piedras Negras participa como actor principal en este cambio vivo y continuado, descrito en las crónicas de las corridas en las que se lidiaron toros criados por los González en la capital de la república.

Comenzamos con la fiesta donde en la suerte de varas se le exigía al toro la acometividad suficiente para acudir al cite ocho o diez veces, en las cuales recibía infinidad de lanzazos sin recargar en ninguno de ellos. Se apreciaba la boyantía del toro para ir una y otra vez a los montados, cuya mayor habilidad tenía que ser la de ser buen jinete y saber apretar el brazo para defender a la cabalgadura, no siempre con éxito. El tercio de varas tenía una duración desproporcionada respecto al total de la lidia de un toro. Imaginemos el tiempo que se tardaban en llevar al caballo al burel, sacarlo, hacerle un quite o dos en algunas ocasiones, volverlo a poner y así hasta diez veces en algunos casos. Pero siempre al menos tres. Con la cantidad de caballos que morían, se requería ir a los patios a montarse en otro jamelgo y volver a salir. La mayor parte de la lidia del toro se concentraba en este tercio. A continuación el tercio de banderillas en el cual casi todos los toreros eran hábiles y artísticos exponentes y ante quienes el toro tenía que seguir acometiendo. La faena de muleta era exclusivamente un momento para parar el toro y poder volcarse sobre de él. Del torero, destreza, valor e inteligencia; del toro pujanza y fiereza eran las cualidades más apreciadas. En nuestro país en el toro aparecían poco estas cualidades. Los criadores, todos, buscaron en su piaras de ganado criollo aquellas reses que mostraran algún intento por atacar, pero al tiempo se dieron cuenta que esto no iba a ser suficiente. Que la bravura, no importando la época en la que nos situemos, no es una condición natural. El instinto de ataque o la capacidad de defensa de cualquier animal dura hasta que se ve avasallado por su contrincante y el resultado final, al que se llega muy pronto, es la huida.

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Había que buscar y encontrar el elemento que evitara la fuga del animal de la pelea que se le planteaba para lograr mantener la emoción a lo largo del espectáculo. Y esto se hacía cada vez más necesario en la medida, que de acuerdo a la evolución de las distintas tauromaquias,   se dejaban de usar los pies y el burlar el toro, para ahora usar los brazos, para parar y templar la embestida.

Piedras Negras, en su primera etapa incorpora toros españoles a la ganadería con el afán de buscar el poder y la constancia que da la casta. Y lo logra casi de inmediato en un entorno donde la mansedumbre abundaba. Sin embargo lo importante de este paso, para Piedras Negras, fue el fijar un concepto propio: el toro tenía que ser bravo al caballo, parte central del espectáculo en la plaza. Y José María lo inicia y lo logra en los primeros veinte años de cruza con ganado español. Como vimos tomó mucho tiempo, pero logro fijar esta condición. La bravura en los toros de la divisa de los González fue reconocida de inmediato por la crítica y los matadores, por lo que la ganadería en esos años iniciales es sin duda la primera en el país.

El cambio en el la ganadería nacional no se detiene y la influencia de los   toreros españoles entrando el siglo veinte es fundamental. “Guerrita”, que no vino a México, impone allá condiciones a los ganaderos, mismas que en mayor o menor medida se empiezan a aplicar aquí, respecto a trapío, encornadura, peso y edad. Sin embargo la adaptación inmediata de la sangre de Saltillo tanto en Zacatecas como en Tlaxcala, que si acaso pierde un poco de tamaño, permite que la búsqueda de la bravura pedida por la propia fiesta, surja con relativa velocidad.

A mediados de los veintes que es cuando se da la transformación de la lidia en nuestro país, los ganaderos mexicanos ya estaban listos para presentar el toro que el toreo necesitaba. Comenzaba la selección de un toro para faenas más largas, más duras para el propio toro, que en poco con la aparición del peto, tendría que pelear de firme durante toda la lidia, no ya tan solo acometer a los cites sin mayor entrega.

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En las ganaderías de los González, Piedras Negras mantiene el concepto de la selección con una base primordial en el comportamiento el caballo. Lubín se apega al concepto planteado por José María y aunque ya su hato tenía en cantidad suficiente la casta y calidad que desarrolla Saltillo, el no afloja el concepto de bravura. En el capítulo de la ganadería hago una reflexión respecto a que como Lubín no toreaba, quizá por eso no quiso cambiar en un ápice el concepto de la fuerza y la acometividad con el caballo, argumento que se sustenta con la clara diferencia que había con La Laguna, propiedad de su hermano Romárico en la cual tanto él, como sus hijos Viliulfo y Manuel fueron muy buenos toreros. No encuentro una razón de peso para que dos ganaderías fundadas casi con la misma sangre, pudieran tener aristas, en la expresión artística de los toros, tan distintas. No incluí crónicas de corridas de La Laguna, pero la diferencia es clara, y emana de la selección que se llevó a cabo en ambas casas. La selección desde un principio. Cuando Viliulfo queda al frente de las dos, busca y selecciona el toro que pueda romper con más nobleza en ambas casas. Con la emoción que da la casta. Con Piedras Negras también logró el toro de bravura integral. Ahí están las descripciones de los cronistas de toros que permitieron faenas históricas, que no se dan si el principal protagonista no participa de acuerdo a los cánones vigentes en cada época. Buenos toreros, que además hayan sido ganaderos exitosos hay muy pocos. José Miguel Arroyo “Joselito” en su libro autobiográfico, expresa varios conceptos muy interesantes sobre la bravura: “Mi experiencia al torear me ha servido para apreciar matices que se les suelen escapar a otros ganaderos, esos que solo sabe ver quien está delante de un animal. Aunque también tengo que decir que los toreros, por la propia tensión de la lidia, muchas veces no sabemos apreciar el conjunto de la esencia del toro. Por eso, como ya conozco lo que se siente en la línea de fuego, ahora no toreo ninguna becerra en mis tentaderos. Desde fuera calibro mejor los ingredientes que necesito para el cóctel de bravura que quiero conseguir. Mi toro ideal debe tener fijeza, es decir, concentrarse en la pelea, en el hombre y el trapo que tiene delante. Tiene que entregarse en las embestidas, descolgar su cuello, empujar con los riñones y no parar de acometer. Y, sobre todo, debe tener un metro más de recorrido al salir de cada pase. Ese es el toro que a mí me gustaba torear y el que me gustaría conseguir como ganadero. Pero también busco que tenga un punto de fiereza, mayor agresividad de lo habitual. El toro enrazado, cuando obedece y embiste, ayuda a que con veinte muletazos el torero pueda formar un alboroto en la plaza. Para eso hay que estar muy seguro y muy firme, hacerle todas las cosas muy bien, pero en un espacio de tiempo muy ajustado”. Me parece que esta definición de José Miguel, resume a la perfección el capítulo de las crónicas de Piedras Negras en la plaza. Podríamos haberla sacado del comportamiento de los piedrenegrinos descrito por los periodistas. Y continúa el maestro diciendo: “En cambio , a ese otro toro que no molesta, como decimos los toreros, tienes que darle cincuenta pases y necesitas estar mucho más tiempo jugándotela con él para llegar a emocionar y cortarle una oreja como máximo, o dos si eres un artista excelente. Me gusta el toro noble y colaborador, pero siempre que sea enrazado porque esa condición evita la demoledora sensación en el espectador de que él mismo sería capaz de bajar al ruedo. El toro bravo de verdad aumenta la admiración por el torero que imprime ese carácter y esa emoción que nunca han de perderse en este espectáculo”, conceptos muy completos que se apreciaban desde tiempo antes.

Para los años treinta el toro tenía que ser observado en los tres tercios de la lidia y cumplir yéndose a más en todos ellos. De ahí en adelante la base del concepto de Viliulfo y sus descendientes al frente de Piedras Negras es que el toro embista. Podemos rebuscarnos en conceptos filosóficos y literarios complejos, pero al final el toro tiene que embestir, que no es sinónimo de pasar. El toro que anda, deambula, circula, no es el que embiste, el que con bravura acomete. Este necesita otra aportación, la que da la casta. El curso de la fiesta continúa y con él la transformación del toro. A partir de los años cincuenta, retirados “Armillita” y Ortega, la fiesta da un giro de ciento ochenta grados. Del interminable primer tercio, pasamos ahora a la casi extinción del mismo. Los reglamentos cambian y el tercio de varas comienza su rumbo al mono puyazo actual. Los tumbos hasta ese momento frecuentes, se dan ya muy poco, el toro mejor criado, mejor preparado para la lucha tanto genética como físicamente, pierde poder. Aunque crece en su volumen, pierde la fuerza que una casta más concentrada le daba. Entonces la selección cambia al toro orientado hacia el último tercio de la lidia y en la lidia misma se cuida para este. Hacia el concepto de bravura al que se refiere José Miguel Arroyo. Por lo mismo, los quites dejan de serlo, y se transforman en artísticas ejecuciones de los lances de antaño, desapareciendo poco a poco la mayoría de ellos. De la infinidad creativa de los diestros y la importancia física con riesgo de un quite, el primer tercio se anclo en muy pocas suertes. El tercio de banderillas, única suerte sin cambio en toda la historia del toreo, pasa a ser realizado cada vez más por las cuadrillas, de forma normalmente ineficiente. Siguieron naciendo grandes toreros que banderilleaban, pero ya no lo hacían todos. Así, le primer tercio, largo y variado, con muchos puyazos, quites y lucimiento en banderillas, se reduce en tiempo y en riqueza taurina, por lo que ahora pasamos que de ser más de la mitad de la faena del toro, se vuelve, si mucho, en una quinta parte. El centro de la fiesta es ahora la faena de muleta, por lo que el toro suave es el que piden los toreros y buscan muchos ganaderos, con el riesgo de que este toro siempre esté a dos pasos de perder la bravura. Las casas con profundidad, con selección; con simiente cuidado y variado, podían mantenerse cerca de este peligroso abismo sin caer en él; sin embargo la multiplicación de las ganaderías hace que muchas se vayan al barranco de la mansedumbre. A partir de los años sesenta este es el toro que en nuestro país se cría cada vez más y más.

Escribe José Bergamín en “La Música Callada del Toreo”: “Es indudable que si los toros no embistieran no habría toreo posible y que todo el arte de torear no hubiera existido. Sin embargo ahora vemos salir al ruedo con tanta frecuencia, que casi diríamos que no vemos otros, toros que no embisten. En cambio, vemos en la mayoría de esos toros que no embisten, toros que pasan, es decir, que siguen fácilmente el engaño de la muleta o la capa con tanta docilidad como si estuvieran amaestrados. Nos parece entender que esa diferencia que decimos entre un toro y otro, uno que embiste, otro que pasa, que sigue el trapo con una embestida tan débil, tan suave, tan dócil, que ya no nos parece una embestida, es la que separa a un toro bravo de otro que no lo es: lo que los diferencia….Yo diría que, en realidad, el toro no pasa cuando embiste; que el toro que embiste no pasa, se queda en el engaño y se sale de él por la fuerza misma de su embestida”.

Esa era la bravura que se busca en la evolución en Piedras Negras después de Lubín, embestir con emoción y celo durante toda la lidia, cualidad que ya era necesaria para seguir triunfando. Y no es que en tiempos de Lubín no lo fuera, simplemente, la lidia de los primeros veinticinco años del siglo se concentraba, como ya explicamos, en el primer tercio.

Gregorio Corrochano en su libro “Teoría de las Corridas de Toros”, escribe: “Que es un toro bravo? La bravura cuyo origen y medida desconocemos, se le ha considerado como un carácter del instinto, con lo que se ha creído darle una definición. Si juzgamos por lo que vemos con el toro en el campo, tranquilo, en libertad, donde convive con el hombre y con el caballo, y por lo que ocurre en la plaza donde no tolera la presencia del hombre ni la del caballo, podemos sospechar que la bravura es un temor defensivo. Cuando el toro pisa el ruedo, busca una salida. Como no la encuentra, se para. El hombre le reta tirándole un capote o avanzando hacia él con un caballo, y el toro acomete. ¿Por qué? No lo hace por comerse al hombre ni al caballo. Lo hace por defenderse del hombre que le hostiga, que le hiere, y a quien le teme. La bravura es un instinto de defensa, de un grano parecido con el valor del torero….Ese acoplamiento de bravura y valor, al enfrentarse y temerse, hace posible la maravilla del toreo. La bravura no tiene medida si no es en la lidia, pero está condicionada al torero, que no siempre es buen lidiador”.

De ambas redacciones vemos que el toro tiene que acometer, que embestir y que tiene que ser bien lidiado para desplegar a todo velamen la bravura que ha buscado el criador. Un toro bravo no siempre corre con la suerte de encontrarse con un buen lidiador o con un torero dispuesto a no regresar a casa.

Juan Pedro Domecq define la bravura como “la capacidad del toro para luchar hasta su muerte” y aclara añadiendo: “Soy totalmente opuesto a que el equivalente de la bravura de los astados se termine en la suerte de varas”. En su libro “Del Toreo a la Bravura”, remata diciendo: “ya tenemos una nueva concepción de la bravura…la acometividad en todo el conjunto de suertes que conforman la lidia”.

Esta bravura integral es lo que ha logrado la estabilidad de la fiesta en los últimos setenta años, Pero llegar a ella es un proceso complejo dada la cantidad de caracteres a seleccionar. Pero la pelea en el caballo, la acometividad, la fijeza y la entrega deben de estar siempre presentes.

Corrochano hace una reflexión que años después Juan Pedro analiza y demuestra: “aún y cuando la tienta y la herencia son las bases para la evolución de las ganaderías los resultados de estas son insuficientes”. En la mayoría de las veces el producto conseguido no corresponde al buscado. No llega al cuarenta por ciento. Más de la mitad de las veces se equivocan los criadores, sin embargo el fondo de cada ganadería es lo que las saca a flote tarde tras tarde. La solera que está presente en las grandes casas y que fortifica siempre su sangre brava.

La bravura es un pez que fácilmente se escapa de la mano, por eso es muy riesgoso ponerle límite a la expresión de la casta en aras de la comodidad comercial y beneficio del torero. Piedras Negras no tomo el camino del toro que parezca bravo y no lo sea. Dentro del concepto original siguieron respetando la casta como elemento esencial, con un contenido de nobleza suficiente para hacer lucir la bravura. Y cuando esto se daba los triunfos eran de un gran peso, el toro acometiendo, empujando, atacando, con el son y la clase necesaria para las grandes tardes. Véanse las crónicas. Sin embargo cuando como resultado de la selección, la casta prevalece sobre la nobleza de forma desequilibrada, y por lo tanto lo deseado, no es lo logrado, sale el toro con defectos antiguos, de difícil solución; cuando estos emanan, con la lidia adecuada ofrecen la posibilidad de un espectáculo que mantenga el peligro como base de la fiesta. Donde el valor y la técnica del torero, ante la falta de alguna cualidad que permita la gran faena, complementen para el público el espectáculo con una expresión artística diferente. Y esto, el toro que solo pasa, que no acomete, que no transmite lo hace imposible, para comodidad del torero. La fiesta en blanco y negro. La muerte segura de la misma.

Por eso el manejo en Piedras Negras es escrupuloso y complejo. Una ganadería pequeña, sin concesiones en las tientas, concentra mucho más lo que se busca; lo cual da grandes cualidades y los defectos correspondientes a estas mismas. La entrega de un toro bravo en esta casa es espectacular, la casta lo provoca, pero si el toro no se entrega del todo, la dificultad es alta y pone las faenas al rojo vivo. Así se busca y se acepta la bravura en esta casa. Decía Victorino Martín en una entrevista para la televisión después de una corrida en Madrid:   “prefiero que salgan demonios a que nos salga el toro bobo y tonto. La gente con corridas como esta – la corrida había salido muy encastada – va a respetar a los toreros mucho más. Me debo al público que es mi cliente, y mi cliente ha salido contento”.

Continuemos con Corrochano: “La bravura tiene una escala….tan difícil es sujetar la bravura y tan variable… “que parezca bravo y no lo sea”, porque el bravo es molesto y peligroso; “que sea pastueño, pero que no llegue a la mansedumbre que le ronda”. Esa fórmula de equilibrio es inestable; la caída es segura. Esa distinción, muy de moda, del toro bueno para el torero o el toro bueno para el ganadero, es la más dislocada concepción de la bravura; es una forma nueva de aceptar la mansedumbre. Toro que no sea bueno para el ganadero, no es bravo, y no debe ser bueno para nadie, aunque parezca circunstancial y económicamente bueno para el torero. Esperemos que la moda pase como pasan todas las modas. Insistimos, el ganadero no es dueño de la bravura del toro”. En esa moda se quedó la fiesta del México moderno y algunas ganaderías no quisieron ser parte de ella, del privilegiar el toro para la faena bonita, insulsa, sin peligro y finalmente sin valor trascendental. Sin el elemento de bravura integral presente en las plazas.

“La bravura es el valor del toro. Un valor que se crece al castigo, se manifiesta con prontitud, sin la menor reserva, se enciende con celo al reto del cite, con casta, y se entrega con fijeza en la embestida, lo que se traduce en nobleza hasta el final de la suerte”. Cumpliendo con este concepto de Arévalo, vimos varios toros de esta casa hace poco menos de un mes, en agosto de 2014. El problema está en que cumplieron con esta definición y todavía no llega el momento de que aquí se valore o en muchos casos que si quiera exista.

Porque analizando la frase de José Carlos : “crecerse al castigo” presupone que el toro está ávido de recibirlo, que quiere pelear, no recibir un símil de puyazo para no acabar con él, “manifestarse con prontitud, sin la menor reserva”, supone la presencia en el ruedo de un toro dispuesto a atacar, a embestir, no tan solo a pasar, “que se enciende con celo al reto del cite”, se traduce en que el burel acepte el reto y lo tome con “valor y entrega en la embestida”, que como suma de estas cualidades “se transformará en nobleza hasta el final de la suerte”, esto no es el animal que solo cuenta con una particular nobleza de obedecer sin protestar, sin siquiera cuestionarse a donde va. Sé, porque he platicado largo con José Carlos Arévalo, que su definición es universal, para cualquier toro. El mantiene que “la bravura es noble y la mansedumbre es resabiada” destacando que “la casta es la agresividad ofensiva de la bravura, y el genio es la agresividad defensiva de la mansedumbre”. Conclusión correcta, pero le faltó la interpretación inversa de la primera parte de su corolario, la falta de casta es la pastueña, desabrida, aburrida manifestación de la nobleza extrema, mansedumbre también en si misma porque no integra ninguna de las otras cualidades de su muy claro concepto. Quizá en España vea menos toros con esta condición, seguro muchos menos de los que vemos aquí. Por otra parte, la equivocada confusión de bravura por genio, que se puede dar entre los aficionados cuando este defecto aparece, curiosamente genera la emoción que el descaste inhibe. No es deseable, ni plausible y la emoción no la produce la bravura, pero es mejor para el toreo, para la fiesta y para el público.

Si graficáramos la bravura y sus componentes en un reloj, si la nobleza está a las tres y la casta a las nueve, la suma de ambas estaría a las doce: la bravura integral, Por el contrario la inexistencia de cada una nos lleva a la mansedumbre, que estaría a las seis. El cuadrante entre las tres y las seis, en el cual abunda el toro nacional, es la tumba del espectáculo. Es el toro que va pero no acomete, que obedece y pasa pero no vuelve, que jamás se encela. Que no es absolutamente manso porque es capaz de pasar muchas veces frente al torero, pero sin generar emoción, sin bravura.

El toro que no tiene dentro de sus cualidades casta y nobleza combinadas de muchas formas, como las busque cada criador, no puede ser bravo. Dentro de este reloj imaginario, estaría en toda la zona entre las nueve y las tres. Con distintas combinaciones y expresiones en la plaza, pero bravo. El manso para mi es aquel que carece de las dos. El que pasa sin nobleza, caminando, sin acometer; aquel en el que el torero se da cuenta y sabe que él tiene que hacer todo y que el peligro está casi ausente. El que al final, que llega de inmediato, recula, se refugia en las tablas; huye y se queda parado esperando la muerte. El que se acobarda.

Hace mucho tiempo el concepto de bravura en México se dividió. Y se buscó de distintas formas el toro para la plaza. Por un lado la gran mayoría de los criadores, adecuándose a peticiones e imposiciones de las figuras del momento. Por otro, los menos, quienes siguieron su camino original. Sin importar las consecuencias. Y persistieron en su apuesta a la incontrolable bravura encastada, que revienta en nobleza en su máxima expresión. Siguieron buscando lo pocas veces alcanzable: el toro bravo. Intentaron mantener encastada la nobleza nacional. Arriesgando a también obtener, la dureza de la casta, el genio no deseado. Avanzaron sin abusar de la sangre, sin lucrar con la comercialización de la misma. Continuaron sin concesiones en las tientas. Y siguieron pensando en sentir en las plazas la embestida de sus toros. Manteniendo viva la ilusión de ver un toro romper a bravo, rematar en los burladeros, crecerse al castigo, culminar la faena con entrega y lucha. Buscaron seguir teniendo un animal que atacara siempre. No voltearon la cara al riesgo que criar toros bravos representa. En todos los sentidos. Y hoy, aquí siguen. Listos a responder al reto de la bravura.

El toro bravo finalmente premia a quien ha descubierto el misterio y se ha entregado en la solución del mismo. Pero mientras se valore el toro en el cual el tercio de varas prácticamente ha desaparecido y la emoción que da la casta es casi inexistente, donde el riesgo radica en el error por confianza de los toreros, no en la existencia de la casta, quienes busquen, encuentren y mantengan otro concepto, seguirán relegados hasta que se geste y culmine un cambio. Este, deberá de llegar de la mano de los toreros, porque el público siempre lo ha valorado. La tarde de Diciembre de 2013 de la ganadería de De Haro en La México lo demuestra. Y Federico Pizarro quien triunfó esa tarde lo puede decir. El milagro de la bravura conjuntó una tarde triunfal.

Casta, prontitud, celo, acometividad, fijeza, movilidad, son constantes en las definiciones que hemos aquí transcrito. La suma de estas: emoción. Si no están presentes, no hay bravura. Y estas cualidades las hay de sobra en Piedras Negras, y son base de su concepto.

En épocas de cambio, como hemos visto, el toro culmina la evolución. Quizá estemos ante un momento histórico donde quienes han apostado y mantenido encapsulada la bravura, tengan ahora la responsabilidad de empujar el cambio en la fiesta. De todas las casas, porque esta condición no es exclusiva de Piedras Negras ni de su encaste. Pero Piedras Negras debe buscar y tener un sitio especial. La historia se lo exige.

Llegamos al final de este esfuerzo por conocer un encaste que ha llenado de orgullo e ilusión a sus amos en cada época. A cada quien le tocó aportar y disfrutar su momento. La fundación, la estrategia, el mando, los triunfos, la continuidad y la garantía del futuro son resultados de las hábiles manos de sus dueños durante 145 años y los que faltan por venir al mando de Marco Antonio y de Patricio.

¡La Bravura por Delante¡ Marco Antonio. Estoy seguro que en Piedras Negras la custodia de esa riqueza seguirá pagando con más triunfos.

Piedras Negras, sitio, vida y memoria.

OLVIDAR LA MUERTE, Luis Pérez Oramas


Luis Pérez Oramas

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Olvidar la muerte. Pensamiento del toreo desde América puede ser considerado dentro del género del “espejo de tauromaquia”. Desde que el poeta francés Michel Leiris publicara su célebre libro titulado Miroir de la tauromachie (1938), se puede inferir la existencia de un género específico de la literatura taurina consistente en reflexiones breves, aforismos, fragmentos ensayísticos, donde otros autores –de José Bergamín a Francis Marmande– han sobresalido. Olvidar la muerte sigue este modelo al conjugar textos cortos y ensayos más elaborados (o tauromaquias) para producir una reflexión filosófica e histórica sobre el toreo entre España y la América hispana. Notablemente, en la consideración histórica de la fiesta de los toros, el autor venezolano contribuye con su interpretación del sentido político de la tauromaquia dentro de la constitución del ámbito político público moderno, y de su antropológica actualidad como ceremonia de la diferencia humana con relación al reino animal.

 

Luis Pérez Oramas nació en Caracas (Venezuela, 1960). Ha publicado, desde 1978, ocho poemarios, los dos últimos en Pre-Textos: Prisionero del aire (2008) y La dulce astilla (2015). Su poesía ha sido incluida en diversas antologías editadas en Caracas, España y México. Ensayista, crítico y comisario de artes visuales, ha publicado diversos libros de ensayo y catálogos y ha comisariado numerosos proyectos expositivos.

Doctor en Historia del Arte por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (París, 1994), comisarió la Trigésima Bienal Internacional de Arte de Sao Paulo (2012). Actualmente trabaja como asesor de arte latinoamericano en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

 

MORANTE DE LA PUEBLA ENTREGÓ EL PRIMER “BIRLIBIRLOQUESCO DE HONOR” AL PERIODISTA CARLOS HERRERA

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REDACCIÓN27 MARZO, 2016

En un acto multitudinario el maestro Morante de la Puebla y GNP Seguros inauguraron en Sevilla, la nueva versión de Morante Tour Europa 2016. La nueva etapa de Morante Tour, que tendrá como pilar principal la difusión de la obra literaria de José Bergamín “El Arte de Birlibirloque”, contó en su primera fecha con un prestigioso invitado, el periodista Carlos Herrera, a quien el propio Morante de la Puebla hizo entrega de un ejemplar de lujo del libro, homenajeando así al reconocido periodista como el primer “Birlibirloquesco de honor” .

El evento tuvo lugar esta mañana, en la carpa de Morante Tour, ubicada en los aledaños de la Maestranza de Sevilla, en la torera Plaza de Curro Romero. La carpa permanecerá abierta para ser visitada durante la tarde, hasta la hora de la corrida, y en ella se podrá adquirir de manera gratuita, el libro de “El Arte de Birlibirloque”. Además los niños podrán jugar al toro con carretones y trastos hechos a su medida y podrán llevarse de recuerdo unos pitones del merchandising oficial de Morante Tour y GNP Seguros